A continuación les presentamos algunos fragmentos de lo que fue la Homilía de Monseñor Guido Charbonneau, Obispo de Choluteca, en la Ordenación diaconal de Erlin Perez el día 26 de abril de 2014
«...Jesús decía a sus discípulos después de la última Cena: «Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor.» Es una relación de amor, que viene del Padre, se extiende a Jesucristo, luego de Jesucristo pasa a nosotros. Y vamos a permanecer en su amor guardando sus mandamientos, sobre todo el mandamiento que resume todos los demás: «que se amen los unos a los otros como yo los he amado.» No se puede amar a Cristo si no se ama al prójimo. Eso vale para todos los cristianos, en especial para los llamados a un ministerio jerárquico en la Iglesia. El amor a los demás y el amor a Cristo son inseparables, y nuestro pueblo es muy sensible a ese testimonio de amor auténtico que tenemos que dar. Por eso, el Señor te considera su amigo, no su siervo, porque te ha dado a conocer lo que él ha oído a su Padre. Es el que ha tomado la iniciativa de llamarte…»
«…Estarás trabajando con otros misioneros, sacerdotes y laicos. En la medida en que haya amor entre ustedes, su testimonio será creíble y darán mucho fruto. Esto implica hacer un esfuerzo constante, para salir de ti mismo, para ir al encuentro del otro, para aceptarlo tal como es, para trabajar con quienes te asignen las autoridades de la Sociedad, para amar a la gente tal como es, con su cultura distinta a la tuya, con su mentalidad que a veces te podrá hacer salir de quicio. La paciencia será entonces para ti, como misionero, tu primera virtud. Será también tu segunda virtud. Será también tu tercera virtud. Es la manifestación más grande del amor.La palabra «diácono» viene del griego y quiere decir «servidor». San Pedro escribe: «Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia (el carisma) que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios.»
«…La misión que Dios te confía, Erlin, está más allá de tus capacidades humanas. «Yo profeta de las naciones te constituí.» Es una misión muy elevada, ante la cual tú te sientes como Jeremías: «¡Ah, Señor Yahvé! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho.» De seguro has tenido cuestionamientos o dudas a lo largo de tu caminar vocacional. «¿Seré capaz, Señor, de ser misionero como diácono, luego como sacerdote? ¿Seré capaz de predicar tu Palabra, o simplemente de dar testimonio de ella si estoy en un ambiente hostil?» La respuesta del Señor es clara y al mismo tiempo consoladora: «Pues adonde quiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy para salvarte.»
Resumo en algunas palabras lo esencial del diaconado que vas a recibir: vas a ser más amigo de Cristo, a quien te vas a entregar en la oración y en la consagración total de tu vida, al servicio del pueblo, en especial en el ministerio de la Palabra, en el ministerio litúrgico y en el ministerio de la caridad. ¡Que el Señor sea siempre tu fortaleza! Nosotros nos comprometemos a ayudarte mediante nuestra oración, nuestra amistad y nuestros consejos. Que el Señor resucitado te bendiga abundantemente! Amén.