Le correspondió a Monseñor José de la Cruz Turcios y Barahona, salesiano, recibir a los Padres Misioneros Javerianos a su llegada a Honduras el 27 de junio de 1955. Él era originario de Pespire, una de las parroquias confiadas a los Padres Javerianos (nombre elegido por los pmés para la incorporación de su Sociedad a lo civil en Honduras). Permaneció muy apegado a Pespire donde, por otra parte, residían aún dos de sus hermanas, y se interesaba por el desarrollo de la fe en esta región; su ardor no tenía límites, pues se le llamaba «mata cura y mata mula».
A Monseñor Turcios le gustaba mucho visitar las parroquias del Sur, e invitaba siempre a uno de los Padres a acompañarlo. Llegaba a menudo sin anunciarse, y nos decía: «voy pa`l Trapiche, ¿quién viene conmigo?». Mientras catequizaba a la asamblea después de la oración de la noche – él era infatigable- su acompañante confesaba. Aprovechaba la ocasión para celebrar bautismos y matrimonios, incluso de una manera improvisada, según las solicitudes.
Su influencia era muy profunda y resultaría muy difícil establecer el balance completo de su acción pastoral. Fue él quien habrá conservado la fe en el Sur de Honduras, por sus visitas frecuentes a las aldeas y por sus sabias recomendaciones y consejos.
¡Y ni hablar de su acción social! He aquí un ejemplo: cuando los campesinos invitaban a su arzobispo a visitarlos (recibir su visita era para ellos un gran honor), Monseñor les preguntaba: ¿hay un camino abierto para ir en coche? Cuando la respuesta era negativa, él les decía: «pues ábranme un camino para mi jeep e iré a visitarlos». Así, el desarrollo de la red de carreteras de las parroquias del Sur se debe en buena parte al arzobispo Turcios, que se improvisaba de este modo como «Ministro de Transportes»…
Fuente: Revista 50 años al servicio de la Iglesia de Honduras