La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 20 de febrero Día Mundial de la Justicia Social en 2007. Este año el tema es: «poner fin a la trata de personas y al trabajo forzoso»
El trabajo forzoso se presenta como una de las formas de trata de personas la cual es la esclavitud de este siglo.
Hoy les proponemos un artículo tomado del diario “Le devoir” de Québec sobre el encuentro del Papa Francisco con representantes de los movimientos sociales.
Francisco reanima la memoria subversiva de Jesús
Un encuentro sin precedentes y un discurso excepcional pasaron curiosamente desapercibidos en los medios. Del 27 al 29 de octubre último, más de un centenar de representantes de movimientos populares y sociales del mundo entero estaban invitados al Vaticano: eran parte de los movimientos de indignados, los campesinos sin tierra, las organizaciones autóctonas, los recolectores de cartones en los suburbios, las organizaciones de obreros sin derechos, los defensores de los derechos de las persona, las organizaciones de mujeres campesinas, indígenas, negras, oprimidas, las asociaciones de los sin techo, de indocumentados, de todos los sin-rostro y sin nombre.
Estaban allí para hacer un esbozo del estado actual del mundo desde el punto de vista de los más pobres y para dar cuenta de su lucha para salir del « imperio del dinero » que destruye la tierra y las vidas humanas, y así, de sus iniciativas romper las cadenas de la exclusión, de las injusticias, de las desigualdades y vivificar la democracia a través de la acción popular. En resumen, se trataba de ver el mundo a partir de los de abajo. El sacerdote brasileño y teólogo de la liberación Frei Betto subrayó la originalidad de tal encuentro : «en el pasado, los papas invitaban a los banqueros, a las personas que tienen fortunas y a los empresarios para discutir sobre las problemáticas mundiales. El Papa Francisco, él, actúa en coherencia con su opción preferencial por los pobres y desea escuchar a los que los representan ».
La Iglesia de los pobres, esto es lo que este encuentro construye, piedra sobre piedra, sobre las ruinas de una Iglesia coludida con los poderes públicos. El Papa, con sus compañeros y compañeras de ruta, saca el polvo de la Iglesia y, por el fuego purificador del Evangelio, aviva las brasas recubiertas de una espesa capa de cenizas depositadas por las prácticas dogmáticas, moralistas desencarnadas, heredadas de una larga convivencia con las élites políticas, económicas y sociales desconectadas de la realidad del pueblo, y tan extrañas al soplo y a la encarnación de Dios.
Pobreza organizada.
En esta ocasión, el Papa Francisco, hizo un discurso claramente impresionante… Reconoció que la presencia de los pobres en el seno de la Iglesia «que no sólo sufren a causa de la injusticia sino que además luchan contra ella » es un signo de los tiempos. Los pobres no sólo son víctimas; actúan, se organizan, protestan, se rebelan contra « las causas estructurales de la pobreza, de la desigualdad, de la falta de trabajo, de tierra, de habitación, de la negación de los derechos sociales y del trabajo ». Rindió homenaje a esta solidaridad de la cual los movimientos populares dan testimonio, que es una verdadera «manera de Hacer la historia » y agregando, dijo: « Espero que el viento de esta protesta se vuelva un huracán de esperanza.»
Puso en evidencia el escándalo del hambre y de la falta de habitaciones en una sociedad de despilfarro, de lucro y de placer. El dolor tanto físico como espiritual de los que son desposeídos de la tierra y de su vida. Denunció la hipocresía del asistencialismo que reduce la pobreza a la pasividad, así como el crimen que se esconde detrás de la burocracia, es decir el desenraizamiento de los pobres, y de la cultura dominante de desecho, que usa al ser humano y lo bota después de haberlo usado. Reconoció la riqueza de la cultura y del saber-hacer populares, alabando « la poesía » de su creatividad.
Denunció lo que él llama la « Tercera Guerra mundial », conducida en el nombre del dios Dinero, que destruye la naturaleza y de la cual los humildes de la tierra son las principales víctimas. La que se hace por intermedio de las ventas de las armas que vienen a socorrer la economía capitalista en crisis, y por las guerras hechas bajo pretextos humanitarios, todas indiferentes a los millares de desplazados, de refugiados, de víctimas colaterales que causan. ¿Por qué esta guerra mundial tan generalizada? Es porque estamos acostumbrados a que «el culto idolátrico del dinero» esté en el centro de la sociedad, y no así la dignidad de la persona humana.
¿El comunismo o el evangelio?
Francisco une su voz al clamor de los excluidos y los acompaña en su lucha. Reclama estructuras sociales que vuelvan a poner en su centro la dignidad humana. No hay que sorprenderse si, ante estas crisis, un número creciente de católicos cercanos a los ambientes de derecha lo acusen de ser comunista. En su discurso, vuelve intencionalmente sobre esta acusación: ellos no comprenden que « el amor por los pobres está en el centro del Evangelio» y que la línea y el programa de acción del Evangelio son « revolucionarios », dando el ejemplo de las bienaventuranzas (Mateo 5 y Lucas 6) y de la Parábola de último Juicio (Mateo 25).
¿Ante el carácter inédito de tal discurso dicho por un Papa – una Iglesia al servicio de los desposeídos, de los humillados, católicos o no, cristianos o no, creyentes o no, humanos, hermanos y hermanas en humanidad – por qué este silencio de los medios naturalmente tan ávidos de lo inédito? ¿Las antenas de los medios estarían tan contaminadas por el prejuicio según el cual nada bueno puede salir del Vaticano? ¿Aunque lo que lo rompe desde su interior deje apuntar una Iglesia que vuelve a encontrar el sabor del Evangelio?
A menos que este acontecimiento no sea demasiado « radical » — Palabra prohibida en nuestra sociedad-espectáculo, que hace tiritar a los bien-pensantes. Porque sacude todo poniendo en evidencia el culto innombrable dado en masa a los ídolos crueles y sin esperanza que exigen esclavitud y sacrificio, hasta la muerte si fuera necesario, de la multitud de seres desechables que hemos llegado a ser, condenados a ser sólo materias primas para la gran máquina devoradora de la globalización que tritura cuerpo y alma, la naturaleza, hasta la vida misma para acumular riqueza y capital… ¿Queremos realmente escuchar a una Iglesia que reanima la memoria subversiva de Jesús?
Autor : Jean Claude Ravet.