Este fin de semana celebramos la fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Es una ocasión para mirar nuestra experiencia de la misa, de la eucaristía. ¿Cómo la vivimos en nuestra comunidad? ¿Nos anima? ¿Nos entusiasma? O al contrario, nos desanima y aburre. ¿Está bien o falta algo?
Alguien pregunta: ¿No necesitamos una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual?
Otro pregunta: ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?
¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudarnos en estos tiempos a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? En otras palabras: ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?
Quizás una transformación será posible cuando sintamos con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu.
Juan Greffard, pme