Honduras clandestina

Honduras, dulce Honduras,
calladamente nuestra,  hermana clandestina,  tus hermanas te llaman.
Todas las caracolas,  todas las garzas libres,  todos los muertos fieles  te llaman al abrazo.
(¡Centroamérica unida, Morazán,  «nuestro amor que no muere»!
¡Por amor de tu vida,  Centroamérica nuestra,  no callaremos más  hasta que rompa  la aurora en tu mirada,
hasta que estalle el sol de la Justicia  en mitad de tu pecho!).

Lempira, yergue el duro  pedernal de tu rostro  contra los invasores.
(Los traidores, Lempira, tú lo sabes,  cabalgan en la grupa del imperio).
Sea otra vez consigna  el Peñón de Cerquín.
Convoca en la unidad  a todos los rebeldes.

Sobre tu paz, Honduras,  la orquídea morada  oficia un prolongado Viernes Santo.
La sangre de Pavón y Landaverde  chorrea de tu boca, reciente de martirios.

Chorrea de tu cuerpo  mucha sangre sin nombre,  Honduras desangrada.
(Las malas Compañías  te han desangrado siempre).
Las bases del imperio, como clavos,  hierran tu pobre carne,  Honduras ocupada, Palmerola,
¡corazón ocupado de América Latina!

… Y, sin embargo, Honduras,
limpias bajan tus aguas  como el alma del Pueblo.
Duros, como verdades, perseveran  los guijarros desnudos, en tu cauce.
La niebla, como un código,  protege tus pinares
y el ritmo cauteloso  de tus hijos mejores.
Cimarrones alzados,  montaraces del día,
en las minas de Olancho  los esclavos despiertan
Los mártires de Olancho  vibran al sol sus palmas.
Tercos de rebeldía,  los huesos de Zelaya  levantan su trinchera.
Guadalupe, el testigo,  ha escrito en muchos ojos  sus huellas solidarias.

Llamas de Dios, unidas,  ocotes de la Iglesia,  crecen tus campesinos.
La Palabra germina en sus silencios.

Forjan los sindicatos  los brazos del futuro.
Campesinos y obreros  entrelazan sus pasos,  «taulabés» de la Historia,  «acortando el camino».

Hondureños, hermanos, ¡sed vosotros!
Grabad en cada piedra  de todos vuestros montes y quebradas  esta sola palabra: Dignidad.
Ponte de pie, en la noche,  y urge la madrugada,
Honduras clandestina.
Sean tuyos los montes,  limpios de mercenarios.
Tuyo sea el maíz,  libre de Compañías.
Sea tuya la vida, liberada.

Sobre tu boca, rota  de miseria y de espanto,  el Padre de los pobres  pondrá un guacal de Pascua,  leche y miel de alegría.
Cosecharás cantando  tu siembra de dolores.
No dirán más de ti «la que no es Pueblo».

La Virgen pequeñita de Suyapa  ha recorrido como una paloma  toda la patria herida, y con su vuelo  ha suscitado un aire de promesas.
¡En el Nombre de Dios,  contra todos los dioses,  amanece en tus cerros la esperanza!

Poema del libro » todavía estas palabras» de Pedro Casaldáliga,hoy tiene  87 años, Obispo Emérito de San Félix de Araguaia,  Brasil. Conocido como el obispo de los pobres, la voz de los indios, los sin tierra y los más pobres de Brasil. Sus palabras trascienden la Amazonia, su mirada viaja por toda la América empobrecida, su lucha es la paz, la justicia y la esperanza, su vida, El evangelio.

«A los que conmigo dicen de rodillas la Palabra,

a cuantos gritan conmigo  -quizá contra los que callan,  siempre contra los que mienten-,

a los que conmigo emplazan  la lenta aurora del Reino, … todavía estas palabras».

pedro casaldaliga

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.