Cerrando las celebraciones de los 60 años de la presencia misionera de la SME en Honduras

El pasado 7 de noviembre se celebró la Eucaristía de cierre de las celebraciones de los 60 años de la presencia misionera de la SME en Honduras. Fue en la Iglesia de la Guadalupe, Tegucigalpa donde nos encontramos para celebrar la Eucaristía, la cual fue presidida por nuestro Superior General y acompañada por miembros y asociados a la SME, amigos y familiares, finalizando con una confraternización en el salón parroquial de dicha Iglesia.

Agradecemos a todos y todas quienes han organizado y colaborado en estas celebraciones,  mostrándonos su cariño por estos 60 años  pasados y por los que han de venir.  A continuación podrán leer la Homilía de ésta celebración , y visitar la galería de fotos.  

Estamos celebrando 60 años de ser mensajeros de la Buena Nueva.

Mensajeros de la Paz como dice la 1° Lectura, con el texto de Isaías, que se desarrolla en un contexto de sufrimiento de un pueblo exiliado, el profeta predica la victoria de Dios y el retorno a Jerusalén, el restablecimiento del Reino y este será una señal para todas las naciones.

Por la manera en que comienza este texto, que habla de la belleza de los pies del mensajero, asociamos este texto a la misión y ponemos importancia en el misionero, sin embargo  es más importante lo que sigue en el texto que pone el enfoque no en el misionero sino el lo que el misionero anuncia: el restablecimiento del Reino, la victoria de Dios, la consolación del pueblo.

Aunque celebramos hoy 60 años de labor misionera de la SME en Honduras, lo que celebramos de verdad es al Señor y su obra. Es una celebración donde damos gracias al Señor por lo que Él ha hecho a través de sus enviados que intentaron, con sus grandes cualidades y también sus grandes limitaciones,  dar testimonio de un Dios que es Buena Nueva, Vida, Alegría y Liberación. Estos enviados, dieron lo mejor de sí, contando con la fuerza del Espíritu Santo han colaborado en la misión de Dios desde hace 60 años para que crezca y sea realidad el Reino de Dios en estas tierras catrachas,  porque la misión no es de nosotros, es de Dios.

El Evangelio nos recuerda que nuestra vida con Dios y la misión es antes de todo una historia de amor.

Somos elegidos todos por Dios para dar frutos. En nuestra fe definimos a Dios como AMOR, entonces los frutos que debemos producir son frutos de amor.

Es posible dar frutos solamente si estamos conectados al amor, que es Dios, y si nosotros como discípulos, vivimos realmente el amor entre nosotros y el amor a las personas a las cuales somos enviados.

En otro pasaje del evangelio de Juan, Jesus dice: «Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros; como yo les he amado, que también se amen los unos a los otros.  En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros».

En los últimos 60 años, los numerosos misioneros de la SME en Honduras, Sacerdotes y laicos, han vivido una verdadera historia de amor. Arraigados en el amor de Dios, contestando a su llamado: «he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto”.  Salieron de sus fronteras, de sus países para venir compartir la vida del pueblo hondureño. Compartieron las alegrías y las dificultades, las esperanzas y los momentos de sufrimiento. Luchando con el pueblo, acompañándolo, intentando ser mensajeros del Dios del Amor, de la Vida y de la Esperanza.

Es  enraizado profundamente en el amor de Dios que se puede vivir eso de verdad. Y así, con este  amor, los frutos fueron numerosos: formación del clero hondureño en los seminarios, creación de radios comunitarias y de escuelas radiofónicas, delegados de la Palabra, fundación de una diócesis, de parroquias, de cooperativas, trabajo en la pastoral,  la salud, la educación, la formación,  Un centro Misionero-CFAM- que será traspasado a la Iglesia de América Central, lo cual es una buena noticia, ya que el objetivo de ayudar a esta Iglesia a ser misionera, se está cumpliendo, recordemos también  que dimos 5 obispos a la Iglesia hondureña, uno de los cuales ayudó en la fundación de la congregación religiosa de las Hermanas de Marilam, quienes hoy nos acompañan al igual que los padres de los numerosos misioneros hondureños que están de misión fuera de Honduras con la SME y otros que fueron asociados en el pasado, entregando parte de su vida a la Misión.

Con certeza estoy olvidando muchas cosas. De toda esta lista podríamos estar orgullosos, sin embargo, estamos hablando de una historia de amor entre Dios y sus enviados, sus enviados y el pueblo que les acogió, el pueblo Hondureño y Dios. Y, cuando se habla de amor, no se hacen cuentas, Solamente se reconoce y se agradece.

Y, cómo todo eso viene de Dios y vuelve a Dios, es al dueño de la mies que debemos dar las gracias hoy.

A nosotros nos queda la acción de gracias a Dios y al pueblo hondureño. Y más que todo nos queda seguir acogiendo el amor de Dios y dando testimonio del amor recibido.

AMEN

Martin Laliberté pmé, Superior General de la Sociedad de Misiones Extranjeras de Quebec.

Fotos: Joice Ruiz

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