La vocación del ser humano
En este día de oración por las vocaciones, oremos por la vocación común de todo ser humano.
La llamada divina esta dirigidda a toda persona. Todos y todas, creyentes o no, estamos llamados/as a desarrollarnos plenamente como persona responsable y libre, en solidaridad con los y las demás y en comunión con el universo. Además como hombres y mujeres, Dios nos ha encomendado dominar la tierra y cuidar la naturaleza.
Es sumamente importante que hagamos oración para que todos los seres humanos redescubran esta vocación que han recibido del Creador y vivan de acuerdo a ella..
Las vocaciones cristianas
En segundo lugar, les invitamos a orar por todos y todas los y las cristianos/as, por quienes han recibido del Señor la llamada a ser testigos del Reino. Muchos han caído en la tibieza. No son ni frío ni calientes. Pidamos al Señor para que todos y todas nosotros/as nos transformemos en sujetos activos del Reino viviendo los valores propios de los discípulos y discípulas de Jesús.
En tercer lugar, nos gustaría que oremos por los matrimonios cristianos para que hombres y mujeres se amen de tal manera que sean signos del amor de Dios vivido en pareja y sean así verdaderos “sacramentos del matrimonio”.
En cuarto lugar, les invitamos a orar por quienes tienen la vocación de vivir con radicalidad los valores del Reino en la vida religiosa. Que oremos también por los sacerdotes que tienen la vocación de servir a la comunidad a la manera de Jesús que dio su vida para que la tengamos en abundancia. Oremos también para que suscite en jóvenes el deseo de ser religiosos o sacerdotes.
En este domingo, de oración por las vocaciones, la liturgia nos invita a reflexionar sobre la figura del Buen Pastor en el evangelio de Juan.
La escena es tensa y conflictiva. Jesús se está paseando dentro del recinto del templo. De pronto, un grupo de judíos lo rodea acosándolo con aire amenazador. Jesús no se intimida, sino que les reprocha abiertamente su falta de fe: «Ustedes no creen porque no son ovejas mías». El evangelista dice que, al terminar de hablar, los judíos tomaron piedras para apedrearlo. Para probar que no son ovejas suyas, Jesús se atreve a explicarles qué significa ser de los suyos. Sólo subraya dos rasgos, los más esenciales e imprescindibles: «Mis ovejas escuchan mi voz... y me siguen».
Después de veinte siglos de cristianismo, necesitamos recordar de nuevo que lo esencial para ser discípulos y discípulas de Jesús es escuchar su voz y seguir sus pasos.
Lo primero es despertar la capacidad de escuchar a Jesús. Desarrollar mucho más en nuestras comunidades esta sensibilidad, que está viva en mucha gente sencilla que saben captar la Palabra que viene de Jesús en toda su frescura y sintonizar con su Buena Noticia de Dios. Juan XXIII dijo en una ocasión que «la Iglesia es como una vieja fuente de pueblo de cuyo grifo ha de correr siempre agua fresca». En esta Iglesia vieja de veinte siglos hemos de hacer correr el agua fresca de Jesús.
Si no queremos que la sal se vuelva desabrida y que no sirva más que para tirarla a la basura, si no queremos que nuestra fe se vaya diluyendo progresivamente en formas decadentes de religiosidad superficial, en medio de una sociedad que invade nuestras conciencias con mensajes, consignas, imágenes, comunicados y reclamos de todo tipo, hemos de aprender a poner en el centro de nuestras comunidades la Palabra viva, concreta e inconfundible de Jesús, nuestro único Señor.
En segundo lugar, es importante decir que no basta escuchar voz de Jesús. Es necesario seguirlo y poner en práctica lo que nos dice. Ha llegado el momento de decidirnos entre contentarnos con una «religión light» y plana que tranquiliza las conciencias pero ahoga nuestra alegría, o aprender a vivir la fe cristiana como una aventura apasionante de seguir a Jesús.
La aventura consiste en creer lo que el creyó, dar importancia a lo que él dio, defender la causa del ser humano como él la defendió, acercarnos a los y las vulnerables como él se acercó, ser libres para hacer el bien como él, confiar en el Padre como él confió y enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza con la que él se enfrentó.
Si quienes viven perdidos/as, solos/as o desorientados/as, pueden encontrar en la comunidad cristiana un lugar donde se aprende a vivir juntos de manera más digna, solidaria y liberada siguiendo a Jesús, la Iglesia estará ofreciendo a la sociedad uno de sus mejores servicios.
Equipo de Redacción Blog Smé Honduras.
Cf. Pagola reflexión sobre el evangelio del cuarto domingo de la Pascua.