En varias ocasiones mis amistades y familia me han cuestionado el por qué estoy en Honduras, me preguntan si acaso no me pueden mandar a otro lugar. Entiendo su preocupación ante tanta violencia e inseguridad y su inmenso cariño hacia a mí. Sin embargo casi siempre la respuesta es la misma, ¡Yo soy misionera y si hay un lugar que necesita misioneros es Honduras! Detrás de esta simple respuesta hay mucho mas, en primer lugar la firme convicción de que es el Señor quien me ha enviado a este lugar y aquí es donde me quiere como su misionera hoy.
Desde hace mucho he decidido seguirle a Él, vivir la vida al modo de Jesús, quien es siempre mi parámetro. No es un camino fácil, menos en la situación tan adversa que vive Honduras, no siempre es fácil sostener la esperanza, pero no olvido que “incluso al desvanecerse toda esperanza, vale la pena quedarse, aunque no sea mas que para amar. Simplemente. El amor tiene valor en sí, no sólo en los frutos que produce, es gratuito” ( Cf. Carta pastoral escrita con ocasión de la beatificación de Damian de Molokai, 1995)
Para caminar con Jesús hay que vivir en el amor. Debo confesar que antes yo no sabía mucho de amor, pero desde que vivo en Honduras he aprendido mucho de amar y sigo aprendiendo cada día. Si hablamos de amor, yo quiero hablarles de aquel que me inunda en este rincón al norte de Honduras, aquel que viene como un manantial desde el Señor y se manifiesta en rostros de hombres, mujeres y niñxs de esta tierra, personas de todas las edades que me llaman hermana, pero no hermana como a una religiosa o por ser misionera, me llaman así porque somos familia, porque no saben de fronteras y les da igual que yo haya nacido en otro lugar, porque saben acoger y saben amar. Me llaman hermana y me saludan diciendo “la paz de Cristo”, porque por cada hecho violento que tiñe de sangre esta tierra, están ellos y muchos mas incansablemente ofreciendo la paz que viene de Jesús, una paz anhelada, necesaria y urgente. Cada persona que encuentro en las comunidades me regala una mirada limpia y pienso en que por cada acto de corrupción que carcome el alma de este pueblo, están ellos, los limpios de corazón, los de mirada transparente, personas que honran la vida, que dan valor a lo esencial, a lo pequeño y a lo que nos hace humanos. Personas que siempre están “ a la orden” y que con su bondad y entrega me enseñan a servir, a ser menos egoísta. Personas que viven en situaciones precarias muchas veces, pero que generosamente comparten con nosotros una tortilla, un pescado, frijoles, maiz, frutas y sobretodo la vida, los sueños y muchas veces sus dolores, angustias y tristezas. El manantial del amor de Dios fluye hasta mi a través de niños y niñas que me llenan de abrazos y sonrisas, así como de mujeres y hombres que me abren su corazón y a quienes les tengo un profundo respeto por dejarme entrar en sus santuarios y que me permiten hacer algo por ellos, aunque sea solo escucharles.
Cuando alguien me pregunta que hago como misionera, no sé que decir, porque hago muchas cosas, pero a la vez parece que no hago nada, y la verdad es que no me interesa mucho responder con una lista de tareas sobre mi vida misionera, mas que hacer , me siento llamada a ser y a estar porque al final lo importante no es lo que hacemos si no lo que somos, y lo que yo hago no se puede cuantificar, como tampoco el motor de mi vida, el amor… y lo que yo soy hoy se lo debo en gran parte a esta gente de Agua Blanca, Cristo Rey, El Balsamo, Las Minas, La Sarrosa, Urraco, Ebenezer, Guacamaya, la 11, Guanchías cerro, Capulín, Tapiquilares, Plácido, Vertiente y varios mas…porque no soy yo, sino ellos quienes me han evangelizado.
El mayor reto que enfrentamos los locos que seguimos a Jesús, es el de ser buena noticia, especialmente cuando las cosas se ponen difíciles, para esto solo podemos vivir a la manera de Jesús, con los pies en el suelo, con los brazos abiertos saliendo al encuentro del otro/a y tocando la realidad y el corazón de las personas.
Agradezco al Señor porque me da mas de lo que merezco, gracias a mis compañeros misioneros, a mis amigos de aquí y allá y a mi familia chilena y hondureña, porque con ustedes he aprendido a amar más y mejor.
Yanira Arias Martinez
Misionera laica asociada a la SME en Honduras desde 2013, Originaria de La Unión, Diócesis de Valdivia, Chile.
Felicidades Yanira Mariela por su testimonio con el sentir desde el corazon gracias por lo que hace en mi patria querida Honduras.Muy profunda.
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Qué lindas palabras y emocionantes relato.
Por los desamparados y humildes del mundo, a la victoria siempre compañera!!!
Lucho Rozas Villagra
Seguidor de Jesucristo
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