Los primeros cristianos vivieron en una época en donde el número de creyentes era minoritario con relación a la población en general… Lo que conocemos de la experiencia de estos primeros sembradores de la palabra de Dios se resume en lo que actualmente conocemos como los hechos de los apóstoles y las cartas apostólicas del nuevo testamento. Muchos de ellos tuvieron que enfrentar persecuciones y rechazos por creer en un Dios desconocido y realizar practicas ajenas a las culturas locales de aquellos tiempos. Tuvieron la tarea de mostrar “el Dios de los Hebreos” a otras civilizaciones que tenían sus propios dioses y practicas religiosas diferentes. Su manera de vivir y actuar, en otras palabras su testimonio, fue su herramienta para lograr que numerosas personas creyeran y se unieran a este nuevo movimiento llamado ‘Cristianismo”, gracias a la acción del Espíritu Santo por supuesto.
En la actualidad, muy pocas personas desconocen la existencia de Dios, que como sabemos, no es un Dios exclusivo del pueblo hebreo, sino que es el Dios y Padre de la humanidad entera. A pesar de ello, muchos optan por creer en otras divinidades o en no creer en nada, por pertenecer a una cultura o ideología diferente. La misión sigue siendo la misma: anunciar la buena nueva del mensaje de amor del Padre para con todos sin distinción de raza, color, cultura, ideología, situación social, etc… y la construcción del Reino de Dios en la tierra para que reine la justicia, la paz, la armonía y la hermandad entre todos los que habitamos este planeta. Los misioneros no somos más que instrumentos para llevar ese mensaje y dar testimonio a aquellos que nunca lo han escuchado o que lo han ignorado por diversos motivos.
En Asia, y específicamente en Japón, los cristianos (católicos y evangélicos) no superan el 1% de la población. Una de la razones por las que el número de fieles es bastante bajo, es la gran persecución que se dio en el siglo XVII, durante el cual las autoridades de ese tiempo prohibieron el cristianismo por temor a la conquista de los colonizadores europeos que llegaban disfrazados de ovejas en nombre de la religión y que hicieron mucho daño a la verdadera Misión. Japón se resistió a vivir el mismo destino que África y Latinoamérica y optó por sacrificar a muchos en defensa de su soberanía y cultura. Desgraciadamente, muchos hombres y mujeres de buena voluntad, pagaron con su vida las consecuencias de la ambición y codicia de las potencias europeas que en su afán de expansión y conquista se disfrazaban de cristianos para lograr sus intereses.
Con tal herencia histórica, nuestra presencia ha sido siempre vista con recelo por parte de la población local, y el título de misionero genera con toda razón dudas y desconfianza. Más allá de eso, nuestra tarea sigue siendo la de sembrar el mensaje verdadero y autentico que Jesús nos transmitió: llevar el amor de Dios a todas las personas, sobre todo a aquellas más necesitadas, no sólo materialmente sino espiritual y afectivamente y contribuir con nuestro granito de arena en la construcción de un mundo más justo y pacifico. No somos más que instrumentos por lo que nuestro accionar no se mide con resultados inmediatos, sólo Dios sabe en que momento actuar para cambiar el corazón de una persona o de una población. Mientras tanto tratamos de insertarnos en diferentes campos de la vida de este país y confiamos que el espíritu Santo nos permita ser luz para irradiar VIDA a las personas que tenemos la dicha de encontrar en nuestro caminar de cada día.
El día a día en la Misión en Japón
Nuestras actividades misioneras no se limitan a las actividades pastorales, de hecho, debido a la realidad local es lo que menos realizamos. Japón no cuenta con una población cristiana muy numerosa, el número de cristianos en todo el país incluyendo el catolicismo y todas las demás denominaciones cristianas no supera el 1% de la población, es decir más o menos 2 millones de fieles. Por lo tanto, nuestra presencia se orienta a actividades fuera de los muros de la iglesia, estamos llamados a salir a encontrar al resto de la población para compartir el mensaje de amor de Dios Padre que Jesús nos transmitió.
Actualmente colaboramos con un grupo de personas de la catedral de Sendai, agrupados en una organización sin fines de lucro y en la que participa gente de diferentes creencias y ámbitos sociales, que se dedican a acompañar a las personas sin techo ni hogar en la ciudad. Los primeros miércoles de cada mes nos encontramos para preparar comida para luego repartirla a estas personas en los diferentes lugares donde encuentran descanso por la noche. Así mismo, el segundo sábado de cada mes nos volvemos a juntar para preparar ropa y artículos de aseo personal para dichas personas, además compartimos un almuerzo con ellos en un parque del centro de la ciudad.
Los domingos participamos en la misa dominical de la catedral de Sendai y acompañamos a la comunidad católica latina en diferentes actividades pastorales como retiros, grupos de oración, etc.
Además desde hace un año colaboramos con las clases de español para estudiantes de la universidad pública de Sendai (Universidad del Noreste). Y recientemente Silvia comenzó un trabajo voluntario en un centro para personas con capacidades diferentes (“discapacidad” física y mental). De mi parte, participo en un grupo de deportes que integran jóvenes de diferentes edades y contextos en donde practico futbol, bádminton, baloncesto, voleyball, etc.
La misión se realiza en todo momento, en cualquier lugar y con todas las personas que tenemos la bendición de encontrar. Un mundo mejor y más justo puede ser construido con la participación de todos y a pesar de las diferencias.
Ever Amador y Silvia Pucheta, de Honduras y Argentina, son un matrimonio misionero, comprometido desde hace varios años en la misión como misioneros laicos asociados a la Smé. Ever ha sido misionero en Tailandia y juntos han estado en China y ahora en Japón.