Reflexión Jueves 8 de marzo

Lucas 11,14-23

Entre las personas a las cuales Jesús había echado demonios,
se encontraba una mujer.
Ella no podía hablar, estaba sometida.
Su cuerpo, tomado por el «demonio del silencio»,
era territorio de los otros, de los poderosos y de los religiosos.
Desde los silencios, era anónima; desde la mudez, era poseída.
Jesús se acerca a la multitud, y al tocarla, le permite a ella hablar,
le da el poder y la autoridad para que con su palabra se libere.
Es capaz de crear una palabra que la transformó
y que le permitió apoderarse de su cuerpo y adueñarse de su conciencia.
Hay sorpresa y enojo, no es posible que Jesús haya causado divisiones si todo estaba establecido, había una sola palabra y era suficiente.
«Oh Jesús, te acercas y me tocas,
mi lengua está atada, toda yo estoy silenciada,
tu Palabra, transformó la mía,
tu Espíritu, animó mi conciencia.
Quebraste la quietud y el silencio,
las cascadas de la sabiduría se apoderaron de mí.
Y ahora soy cuerpo…
Un cuerpo que va a tu encuentro,
a una armonía de júbilo y amor,
que se prepara para entregarse
al más lindo espacio de tu voz.
Para siempre, jamás».
Amén.
Ángela Trejo Haager, México

jesusymujer

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