Juan 13:21-33 y 36-38
“Solo el amor convierte en milagro el barro” (Silvio Rodríguez)
Duele la traición
y si proviene de una persona amada, duele el doble.
Señor, no permitas que nuestro corazón herido se llene de resentimiento.
Solo el amor nos puede salvar.
¿Somos Judas o somos Simón?
¿Qué será peor, el amor al dinero o el amor a uno mismo que niega al otro?
¿La ambición o el miedo?
Seguramente Judas recordaba aquellas palabras:
“No se hagan tesoros en la tierra, no se corrompan;
más bien atesoren lo que es duradero”.
Seguramente Simón también recordaba:
“A cualquier que me niegue delante de los hombres
yo le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”.
Cada cual, en su abismo, bien pudo recordar … y llorar, amargamente.
Porque sintieron que su amor mezquino se desvanecía ante al amor del Maestro.
Porque sintieron que tanto la ambición como el miedo
no pueden tener la última palabra.
Y ambos ajustaron cuentas consigo mismo.
El primero, se ahogó en su propio remordimiento.
El segundo, logró resurgir en medio del viento amenazante y las fuertes olas.
¿Quiénes somos, Judas o Simón?
Quizás los dos a la vez.
Quizás un día somos la ambición y al siguiente somos el miedo.
Quizás un día somos la desesperanza y al siguiente somos resurrección.
Señor, no permitas que nuestro corazón herido se muera.
Solo tu amor nos puede salvar.
Amós López Rubio, Cuba