Escrito por Danye Abarca Mora
Cada persona tiene una necesidad innata de descubrir su propósito y pasar de verlo como una idea intangible a una realidad. Para mí era urgente reconocer esa vocación para la cual Dios me trajo hasta acá, pues esta pregunta existencial se había intensificado a medida que pasaba el tiempo y sentía que no avanzaba en esa búsqueda, en caso contrario me consideraba en retroceso.
Tuve la dicha de participar de esta maravillosa experiencia que me enriqueció a nivel espiritual y social. Alejada de la rutina, viví un encuentro con Dios en el silencio de la naturaleza y en la calidez humana, cosas tan importantes pero sutiles como trabajar en equipo para armar las tiendas de campaña, encender la fogata, el compartir las experiencias previas en la misión y los ideales futuros, marcaron definitivamente un antes y un después en mi vida, estos momentos amenos generaron una base de aprendizaje que traspaso mis expectativas.

Estaba equivocada al considerar que mi búsqueda respecto a mi “propósito en la vida”, estaba en retroceso, lo vivido en el campamento me hizo comprender que verdaderamente existe una vocación inherente a la condición humana, la cual trasciende cualquier barrera física o imaginaria porque es a lo que todos como habitantes del planeta estamos llamados.
El padre Andrés Dione mencionó esta frase que caló en mi corazón: “Nuestra vocación es ser pleno”. Cada uno de nosotros busca sentirse feliz en lo que hace: el trabajo, las relaciones familiares, sentimentales, la amistad, en la espiritualidad, etc. Para mí no cabe duda que en ellas el factor común es el verbo más preciado de todo lenguaje “amar”, el amor nos conduce al respeto y a la sana convivencia, a buscar el bienestar común, a luchar colectivamente y aunque parezca utópico, es el objetivo del amor, la felicidad.
De nuevo cito una frase del Padre Andrés, “El amor es vivir el misterio de Dios”. Ahora puedo comprender que mis relaciones sociales bajo este principio ha conducido mi vida al propósito más maravilloso por el cual fuimos creados, a pesar de que en momentos flaqueamos, amar nos sumerge en el proyecto de Dios, el mismo Jesús lo demostró en la cruz, la cual cargó únicamente por amor, cada uno de nosotros lo hará a su manera desde su vocación humana.

El campamento impactó mi discernimiento en muchos aspectos el principal fue ese. Comprender que además de esclarecer mi vocación cristiana es necesario reconocer mi vocación humana y conjugarlas.
Comprendí que el proceso puede ser lento porque es fundamental prepararse en muchos aspectos, la paciencia debe mover mi discernimiento. El testimonio de los compañeros que han salido fuera de sus países de origen para vivir la misión en tierras extranjeras, inclusive al compartir con los compañeros que viven la vocación matrimonial o el sacerdocio, todos ellos fueron en su momento pacientes en ese discernimiento.
Esta experiencia definitivamente le trajo luz a mi confusión y me ayudó a orientar mi pensamiento hacia este proceso que estoy iniciando, la búsqueda de mi vocación cristiana porque trataré de vivir con mayor intensidad mi vocación humana.
Danye Abarca vive en la Zona de los Santos, Costa Rica