Redacción por Elsa Izaguirre
Al final del día, llego a la casa y enciendo el televisor. Me gusta descansar viendo las 《noticias de corazón》, esas que nos cuentan la vida de la alta sociedad salvadoreña. Con el tiempo me he dado cuenta que existe toda una cultura para conservar la juventud. Las personas se esfuerzan e invierten dinero para sentirse y lucir menos años de los que tienen. Al parecer los 20’s son la mejor etapa de la vida: hay energía, optimismo y fuerza, así como esperanza, novedad y sobre todo una vida que recorrer.
Sin embargo, la realidad que vivimos día a día la mayoría de jóvenes en El Salvador es muy diferente a las vidas de farándula que salen por televisión. Es difícil saber que estas viviendo la mejor etapa de tu vida y reconocer que es poco lo que podes aportar a tu familia, que tenes grandes sueños pero las oportunidades son limitadas tanto para estudiar como trabajar y si tu casa esta en un sector de alta violencia debes aprender a vivir intimidado por las pandillas.
En mi barrio la gran mayoría de los jóvenes anhela estudiar en la Universidad para tener un mejor trabajo y mejor salario, pero el poco dinero y en varios casos la falta de apoyo de los padres, este sueño no es posible.
Es común escuchar a los adultos decir: «para que estudiar si yo no estudie y no lo he necesitado» u otras semejantes como: «es inútil estudiar si no hay trabajo.” “En la agricultura y albañilería están los bachilleres y hasta los profesionales».
Por tal razón, muchos se dedican a la agricultura y ganadería, otros migran hacia otros países, unos pocos logran terminar sus estudios, pero los más desafortunados son los《ninis》, (jóvenes que ni estudian ni trabajan) ellos se convierten en presa fácil del narcotráfico y las pandillas.
Frente a todos estas dificultades la fuerza de la vida vence. Salgo a la calle y veo esperanza. Veo jóvenes emprendedores, que trabajan con pasión, talentosos. Veo jóvenes alegres que disfrutan de un buen partido de fútbol con los amigos, grupos de chicas en las calles del barrio compartiendo entre risas, al final del día. Veo chicos que se integran a grupos juveniles en las iglesias y otros que hacen buenas obras en la comunidad.
Esto me hace sentir que la violencia, la desigualdad, la falta de oportunidades, nos pueden obligar a cambiar de camino, pero no a detenernos. Somos fuerza, somos el joven pueblo salvadoreño.
Me llamo Maricela, vivo en la comunidad de Las Casitas en el departamento de Santa Ana, El Salvador. El pulgarcito de América y tierra de grandes.