“El pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido, no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo”. (Evangelii Gaudium 183)
Honduras actualmente está en un contexto de desigualdades sociales, una profunda crisis política y un alarmante índice de 67% de pobreza, situaciones que realmente duelen tanto, y aún más a la juventud del país.
Ser estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) es saberse en la mejor «U» del país, no obstante en la alma máter se ve reflejada la crisis hondureña, jóvenes del movimiento estudiantil exigen distintas demandas y la respuesta a estos es represión militar dentro del campus, atentando contra la vida de estudiantes y demás comunidad universitaria. Considero que como Academia es primordial el objetivo de realmente contribuir a la transformación de la sociedad hondureña y al desarrollo sostenible de Honduras.
Entre tanto caos, anhelamos el respeto de nuestros derechos, queremos una sociedad más justa y transparente. Esto ha llevado a que parte de la población hondureña con consciencia crítica de la realidad exijamos estos derechos y nos manifestemos en contra del sistema eminentemente individualista.
De esta manera, como Iglesia debemos denunciar las injusticias, no ser cómplices en silencio y alzar la voz; el Evangelio insiste en que el ser humano debe abogar por el amor, la justicia, la libertad y la paz, está en nosotros la responsabilidad de construir el Reino de Dios entorno a la inclusión y la solidaridad, solo así seremos buenos cristianos y honrados ciudadanos.
Desde la Pastoral Universitaria a la que pertenezco, hemos conformado un grupo de Estudio y Trabajo a cerca de La Doctrina Social de la Iglesia (DOCAT), la cual nos ha hecho creer en el futuro, que será mejor cuando mejor lo hagamos. Es una cuestión de radicalidad y entrega, como lo hace Jesús.
Personalmente, me ha costado recobrar la esperanza, he pensado que las cosas realmente solo pueden ir empeorando en relación a las problemáticas que acontecen a nivel mundial y local. Sin embargo he encontrado una de las maneras más bonitas de servir y me ha fortalecido, es haciendo voluntariado y apostolado, lo que me ha ayudado a salir de la zona de confort, de lo cotidiano, dándome he reconocido que lo que de verdad importa está en la profundidad, brindar tiempo al hermano/a que lo necesita, darnos al prójimo, reconocer que es necesario sumergirnos a través de lo frágil y vulnerable, y que, como dijo Eduardo Galeano son cosas chiquitas, aunque no acaban con la pobreza, ni nos sacan del subdesarrollo, desencadenan la alegría de hacer, al fin y al cabo actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la prueba de que la realidad es transformable.
Es tan aliviador reafirmar que ¡Dios está de parte de quienes quieren construir un mundo realmente humano!
Gracias por leerme ¡Saludos cordiales desde Honduras!
- María Fernanda Molina (21 años)