¿Será la conciencia?
Las crisis y el cansancio de la gente
Por Oscar Acuña
Comunicador Social
En abril de 2018 estalló en Nicaragua una oleada de protestas que ponían en evidencia el cansancio de la población, frente a un sistema político lleno de vicios y abusos. En 2019, pasó lo mismo en Honduras, Costa Rica, Ecuador, Venezuela, Puerto Rico y Chile. Hemos visto que las manifestaciones se han multiplicado a lo largo y ancho de América latina, teniendo como elemento común el enorme descontento de la población frente gobiernos que no han sabido ni han querido respetar los derechos humanos.
Pero, ¿por qué marchamos? ¿Será la izquierda con sus discursos populistas y antimperialistas, sus ganas de mantenerse en el poder a cualquier costo? ¿Será la derecha con sus impuestos, alzas y modelos excluyentes donde quien tiene más quiere más y los que tenemos menos, vivimos con lo mínimo? ¿O será acaso, la represión y uso de fuerza desmedida por parte de esos gobiernos, para reprimir cualquier muestra de descontento social, la que ha hecho que la gente salga de sus casas y exprese sus demandas en el espacio público?
Finalmente, ¿será la conciencia?
La polarización política a lo largo de los años nos ha situado en un lado o en otro, de la visión de desarrollo que queremos para el mundo. Luchamos cobijados por banderas y nos enemistamos, porque cada cual cree que tiene la razón. En el camino van quedando las demandas comunes, los sueños colectivos y las expectativas de vivir bien, con calidad de vida.
Eso ha cambiado. En el contexto actual, el elemento común ha sido que a todos y todas nos está costando vivir bajo un sistema donde el respeto, cuido y aprecio a la vida ha quedado en segundo plano. Hay pocas fuentes de trabajo y son aun menos los que ofrecen condiciones dignas, vivimos en espacios marcados por la violencia y con respeto a nuestros derechos, nos cuesta tener que migrar, nos cuesta pagar el pasaje cada vez más caro. Al final, trabajamos toda una vida y no tenemos seguridad de una pensión digna para retirarnos.
Nos hemos dado cuenta de que no importa el color de la bandera que dirige el gobierno, importa la forma en la que lo hace y eso nos tiene molestos, en todas partes.
El cambio generacional ha provocado un fenómeno interesante, nos habíamos desacostumbrado a las balas, al sonido de los fusiles, sin embargo la gente que nació después de los 90 no tenía idea que te podían matar en una manifestación pacífica. No tenían el miedo de los mayores. Hoy volvimos a ver los escenarios más temidos que habitan en la historia y la memoria de los pueblos, toques de queda, ejércitos en las calles, policía que asesina y reprime. ¿Acaso creen que esto va a calmar a la población? La conciencia se ha despertado, avanzamos con demandas firmes de un mundo más justo, ya no es divertido ni curioso ser el bandido de la sociedad. Estamos construyendo nuevos referentes.
La juventud de ahora quiere y sueña con mejores oportunidades, con mejores condiciones para vivir, por eso marchamos. No lo hacemos por las falsas utopías del socialismo o el capitalismo, porque de esas ideologías nos ha quedado solamente el mito. La disputa ahora es entre vida o calidad de vida, ¿de que forma merecemos vivir? La conciencia nos llega por la necesidad y porque estamos viendo que avanzamos por el camino equivocado, a partir de ahí debemos construir nuevos paradigmas hacia adonde dirigirnos.
Ya no nos convocan las guerras frías ni las banderas, estamos en un tiempo en que nos mueven las redes y sobre todo las ganas de hacerlo mejor. Con la necesidad de reconocernos diversos, de respetar las cosmovisiones de las demás personas, de transformar las relaciones desiguales de poder.
Falta mucho por hacer, pero al menos estamos claros que por dónde venimos no es el camino que deseamos y por eso, cada vez somos más en las calles.