Junto a dos queridas amigas hondureñas, estuvimos conversando sobre el 25N, el día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, compartimos muchas historias, personales y otras que son eco de mujeres conocidas y tantas desconocidas, pero al fin historias comunes porque todas nosotras en un escenario u otro hemos experimentado violencias y cada violencia o intimidación vivida por una mujer o una niña, cada hermana que nos ha sido arrebatada nos lastima profundamente el alma, así como la insensibilidad hacia el tema y nos preguntamos ¿Cuándo dejaremos de contar muertas?, ¿Cuándo dejaremos de tener miedo? ¿Cuándo seremos tratadas con dignidad?
Durante este año en que la tónica ha sido el confinamiento junto a la pandemia causada por el covid 19 muchas compañeras han vivido una segunda pandemia: el incremento en la violencia hacia las mujeres y niñas en sus hogares. En Honduras, según registros oficiales entre los meses de enero y julio de 2020, 58.688 mujeres llamaron al 911 para denunciar violencia doméstica, intrafamiliar y sexual. En más de una ocasión la Organización Mundial de la Salud ha afirmado que la violencia contra las mujeres es “un problema de salud global de proporciones epidémicas”
Hace unas semanas el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (OV-UNAH) dio a conocer que entre los meses de enero a septiembre del presente año fueron asesinadas 245 mujeres.
Si bien, el confinamiento ha traído un aumento de las violencias dentro del hogar hacia las mujeres y niñas, y esto es un verdadero problema de salud pública, existen otras mujeres que son violentadas por el sólo hecho de ser mujeres, y más aún si tienen sus propios apellidos, mujeres defensoras de la tierra, mujeres defensoras de derechos humanos, mujeres trans, mujeres enfermeras, mujeres maestras, mujeres aseadoras, etc.
Duele tanto escribir todo esto, y espero que duela leerlo, pero es necesario, porque debemos juntas y juntos trabajar para la eliminación de todas las violencias contra las mujeres, cada quien desde su lugar ¿Cuál es el tuyo?
El odio y discriminación que antes les alcanzaba a algunos para agredir e incluso eliminar a las mujeres por ser trans o su color de piel, hoy ha aumentado este odio hacia el personal de salud, el miedo al covid les convierte en una amenaza que hay que eliminar, el odio es tal, que en mayo una enfermera fue sacada a disparos de su colonia y hace unos días supimos de una enfermera asesinada cuando ingresaba a su turno en San Pedro Sula. Otras enfermeras y doctoras (y también varones) murieron por falta de equipos de bioseguridad lo que les provocó contagio y posterior muerte por coronavirus, eso también es violencia… y están aquellas que no se cuentan, las más violentadas, porque además son invisibles, las mujeres que asean los hospitales… ¿Quedarán impunes sus muertes? ¿Cuántos huérfanos/as más contaremos pidiendo 2 lempiras en las esquinas?
Y si todo esto pareciera una gran escena de espanto infinita, al paso del Huracán Eta, con horror escuchábamos en los noticiarios que se habían reportado al menos 6 casos de abusos sexuales a niñas en los albergues. Hoy luego del paso del Huracán Iota hay personas que prefieren dormir en la calle que ir con sus niñas a un albergue donde pueden ser abusadas ¿Cómo es posible? ¿Qué pasa con este mundo? ¿Cuánta violencia sobre violencia se ejerce a diario sobre las niñas y las mujeres?
Duele tanto escribir todo esto, y espero que duela leerlo, pero es necesario, porque debemos juntas y juntos trabajar para la eliminación de todas las violencias contra las mujeres, cada quien desde su lugar ¿Cuál es el tuyo?

Gran consuelo dentro de todo el dolor que puede causarnos debiera ser el Evangelio, la actitud de Jesús, que se con-movió por el sufrimiento de las mujeres que fue conociendo en su caminar , Jesús hace frente a los mandatos patriarcales en sus relaciones con ellas de tantas formas: las sana en sábado, como hace con la mujer encorvada (Lc 13,10-12), se pone de su lado, como por ejemplo con la adúltera (Jn 7,53-8,11), las reconoce como discípulas y las hace testigos privilegiadas de la Resurrección (Lc 8,1-5; Lc 10:38-42; (Jn 20,11-18). A modo de síntesis podríamos decir que Jesús, con su vida y sus prácticas anunció la comunidad de iguales (Gál l 3,28)
Tal vez si hiciéramos el ejercicio de leer el Evangelio con lenguaje inclusivo podríamos tener algunas pistas de como Jesús y el Padre desean que seamos tratadas : La gloria de Dios es que las mujeres vivamos, “Yo he venido para que todas tengáis vida y vida en abundancia” (Jn 10,10), por eso en cada agresión, muerte, violencia abuso o asesinato de mujeres se refleja en Dios mismo y su gloria se hace pedazos.
Dios es violentado en lo más íntimo de sí mismo. Por eso como cristianas y cristianos no podemos bajo ningún concepto naturalizar, justificar, minimizar o ser cómplices silenciosos ante la violencia contra las mujeres, incluso de aquella que existe al interior de la propia iglesia , debemos comprometernos en trabajar por la eliminación de la violencia contra las mujeres en nuestras conciencias, en nuestro lenguaje, en los chistes, las prédicas, discursos, relaciones, acompañamientos y prácticas.
Excelente artículo, Yanira, que nos llama a reflexión y a cambio. Gracias.
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