Segundo Domingo de Adviento
“En el año quince del Imperio de Tiberio Cesar, siendo Poncio Pilato procurador de Galilea; Herodes tetrarca de Galilea, Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de traconitida, y Lisanías tetrarca de Abilene: en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la Palabra de Dios a Juan, Hijo de Zacarías, en el desierto”. (Lc 3, 1). El llamado de Dios a Juan acontece en el desierto. El desierto no lo sacaba de la vida real sino que, por el contrario, lo anclaba más profundamente aún en las realidades de su tiempo: realidades tanto políticas como religiosas.
La corrupción, el poder político y religioso, la riqueza de unos y la miseria de muchos, y la violencia cuestionaban al hijo de Zacarías y nutrían en Juan grandes deseos de cambio.
Después de largas meditaciones sobre las realidades humanas, sociales, políticas y religiosas, Juan tomó la decisión de dejar Jerusalén y de irse al desierto. Esta salida de la Ciudad Santa, este desplazamiento al desierto, el abandono de la manera de vestirse de los sacerdotes para vestirse a la manera del profeta, hablan de su ruptura con el orden establecido, inamovible y sagrado.
Los grandes revolucionarios y los verdaderos profetas propusieron cambios reales porque fueron capaces de radicalidad, de “pensar y actuar fuera de la caja” de las repeticiones y tradiciones. Sabían que las reformas dentro del sistema corrupto son “más de lo mismo” con apariencia de novedad. La vida de los verdareros profetas fueron significativas porque no siguieron las repeticiones obligadas por las costumbres sociales, culturales y religiosas y rompieron con los viejos esquemas.
Las primeras palabras del evangelio de Marcos, ponen la misión de Juan el “el comienzo del evangelio de Jesús”. Juan invita a preparar un camino nuevo, un camino de justicia y de solidaridad. Él llama a “enderezar las sendas del Señor”. Era la voz que, “desde el desierto” invitaba a convertirse al Dios de la Alianza. Jesús continuará en la línea de Juan y propondrá a todos una NUEVA ALIANZA antre Dios y la humanidad y sin destruir las leyes antiguas, invitirá a vivir el amor y la misericordia; “aménse unos a otros como yo los he amado” (Jn 13, 34)
Cantata de la sangre de los mártires: Algo nuevo está Naciendo
En medio de la noche, noche oscura, noche larga
que mi pueblo soportaba.
Y en silencio, como un niño, su esperanza alimentaba.
De pronto en esa noche, como luces prendidas
mi pueblo se encendía.
Y este niño que esperaba sus manitas levantaba.
ALGO NUEVO ESTÁ NACIENDO
Y EN MI PUEBLO ESTÁ LATIENDO.
ALGO NUEVO ESTÁ NACIENDO
CON NOSOTROS VA SUBIENDO.
ALGO NUEVO ESTÁ NACIENDO
CON LOS POBRES VA CRECIENDO.
Con llanto van sembrando
los que luchan por ser libres,
los que aman, los humildes.
Muy contentos volverán a cosechar lo que han sudado.
Algo nuevo va naciendo y con fuerza está creciendo
en el seno de mi pueblo.
Algo nuevo está naciendo: «Nuestro Dios se hizo pueblo».