Estamos cerca de celebrar la Navidad, pero no me refiero a la fiesta comercial, no, me refiero a la verdadera fiesta: el nacimiento de Jesús. La Navidad nos recuerda el llamado a realizar el proyecto de vida de Dios.
Muchos de nosotros planeamos nuestro futuro desde muy jóvenes: estudiar, trabajar, casarse, tener tu propia casa, formar una familia y la lista sigue. La mayoría de los proyectos de vida son más o menos similares y giran en torno al hacer o al tener cosas y experiencias que nos brindan seguridades o nos ayudan a encajar con el resto. Construimos ideales de felicidad a la medida de nuestros deseos e imaginarios colectivos, pero¿cuántos de nosotros hemos conversado con Dios al respecto? ¿Te has preguntado si eso es lo que Dios sueña para vos?
María de Nazaret y José tenían una idea de lo que sería su vida de esposos como cualquier otra pareja en su época, aunque en el proceso los planes cambiaron y enfrentaron dificultades. Pero ellos confiaron en Dios. Decir sí al proyecto de Dios es estar abiertos a que los planes no salgan exactamente como lo hemos pensado y es estar dispuestos a tomar decisiones que no todas las personas a nuestro alrededor apoyarán porque será difícil comprender los motivos que nos mueven a dejar seguridades que otros buscan.
Durante el adviento, la liturgia nos invita a la conversión, a un cambio de vida. Y eso también implica un cambio de planes. Para dar ese giro de timón se necesita coraje, y sobre todo fe. El sí de María no se limitó al momento de la anunciación, fue un repetido fiat a lo largo de su vida en los diferentes acontecimientos fueran felices o duras pruebas. Ella dijo un “hágase” pronunciado desde la fe. Es por la fe que permitimos a Dios inspirar los cambios que necesitamos en nuestra vida. Es por la fe que perseveramos en el camino y nos mantenemos firmes en todo momento como si viéramos lo invisible. [1] Es por la fe que decimos sí a Dios y nos atrevemos a ir a contra corriente de la cultura del consumismo, de las apariencias y la meritocracia.
En esta Navidad recibamos a Jesús como lo hizo María con un corazón humilde dispuesto a dejar que sea Dios quien transforme y guíe nuestro proyecto de vida.
Gracias por caminar juntos durante este Adviento ¡Feliz Navidad!
[1] Hb 11, 27