Itinerario Cuaresmal
El Itinerario Cuaresmal nos ha guiado a través de meditaciones que nos invitan a palpar nuestro propio desierto como lugar de encuentro con Dios. Hemos abrazado nuestra naturaleza finita y a la vez perfecta al reconocer que somos polvo, como también hemos reflexionado sobre nuestro sentido de pertenencia a una comunidad y reconocer el llamado que Dios nos hace desde esas realidades compartidas.
En esta cuarta semana, colocamos la mirada sobre las situaciones de dolor e injusticias que nos rodean o que nosotros mismos hemos experimentado. ¿Será posible ver, en medio del dolor, un futuro con esperanza?
¿Por qué existe la violencia?
La sed de poder y tener, genera en “el sediento” una actitud de egoísmo y egocentrismo, haciéndole perder la perspectiva del bien común. Cuando somos incapaces de pensar en “el otro”, y nos llenamos completamente de “nosotros mismos”, nos convertimos en generadores directos de violencia. Pero también, al actuar con pasividad o callar.
La cruz de Cristo es, a todas luces, dentro de la perspectiva humana, la muestra de una sociedad llena de injusticias y de un actuar de una clase dominante preocupada solo por mantener su propio status quo. Esta misma cruz, es consecuencia de un pueblo ciego, sordo y mudo ante la injusticia, pueblo que tuvo en sus manos la oportunidad de hacer algo diferente y justo. La violencia de la cruz nos recuerda, día con día, EL MARTIRIO al que, en diversas formas, nuestro pueblo es sometido.
Sin embargo, desde el punto de la fe, la cruz de Cristo tiene un contexto mucho más grande, misterioso e incomprensible a primera vista. Por tal razón, solo la fe misma puede develar el verdadero significado de la cruz, en especial para nosotros los creyentes.

La Pasión y la cruz de Cristo[1]
La cruz de Cristo se entiende desde varias perspectivas: Como instrumento de tortura, motivo de vergüenza, glorificación y como signo de victoria. La cruz, por tal motivo, juega un papel primordial en la historia de la salvación, situándose en el medio del Evento de Cristo: Pasión, Muerte y Resurrección.
Ni los discípulos ni los seguidores de Jesús esperaban que Él terminaría siendo sentenciado a la vergonzosa muerte de cruz. Si bien es cierto, la ley y los profetas hablaban desde antaño del evento de Cristo, es solo después de su resurrección que la verdad quedó revelada. Por tal motivo, este evento se convirtió en el fundamento de la fe Cristiana.
El grito de abandono en la cruz: un grito de liberación
La exclamación de Jesús en la cruz, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” refleja algo más profundo que el grito mismo. Este grito es Israel, el pueblo escogido por Dios, encarnado en la persona de Jesús, gritando sus sufrimientos y torturas por el ocultamiento, la ausencia del mismo Dios. En este grito, Jesús no solo asume el tormento del pueblo de Dios, sino que también lo transforma.[2]
Jesús retoma estas palabras del Salmo 22 que implican no solo lo sufrido –humillación pública, burla, desaprobación, dolor, sed, clavos, desnudez- sino que también la certeza de la resurrección y de la salvación. Como dice el Papa Benedicto XVI, estas palabras “son asociados simultáneamente todos los justos que sufren, todo Israel, es más, la humanidad entera en lucha, y, por ello, estos salmos siempre abarcan el pasado, el presente y el futuro. Están en el presente del sufrimiento y, no obstante, llevan el don de la escucha, de la transformación”.[3]

¿Cómo entiendo la violencia de la cruz en mi caminar cristiano?
Es muy triste saber que, al igual que Jesús, muchos son los condenados a sufrir en esta sociedad global. Cada cristiano carga su propia cruz, a veces invisible a los demás, pero no por eso menos pesada. Al igual que Cristo se encontró con su madre, el pueblo sufriente se encuentra con muchos otros que viven situaciones de dolor, o con buenos cirineos. Otros tantos, buscaran devolver al sufriente un poco de dignidad, limpiarle su rostro, hacerle lucir un poco más humanos. Jesús nos enseña también que, aun sufriendo, nosotros podemos dar consuelo a otros.
La cruz como signo de esperanza
La cruz, por tal razón, debe visualizarse como el camino incomprensible hacia la gloria de la resurrección. La violencia de hoy, solo podemos frenarla si fijamos la mirada en aquel que, siendo violentado nos ha regalado el don del perdón y el amor. Ese amor debe ser “un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo”.[4] La cruz debe ser para nosotros un signo de esperanza en aquel que, resucitando, hace nuevas todas las cosas. En un presente y futuro tan incierto, queda abandonarnos en la promesa “que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1)”.[5]
«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad»[6]
[1] Cf. Ratzinger, Joseph (Benedicto XVI). 2020. Jesus de Nazaret: La Figura y el Mensaje. Bogotá: San Pablo. pg 538-540.
[2] Cf. Ratzinger, Joseph (Benedicto XVI). Op, cit. 546.
[3] Ibid. 547.
[4] Francisco (2020). Carta Encíclica Fratelli tutti del Santo Padre Francisco sobre la fraternidad y la amistad social. Ciudad Vaticano: Libreria Editrice Vaticana. 93.
[5] Francisco (2021). Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2021. Ciudad Vaticano: Libreria Editrice Vaticana. https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2021/02/12/mens.html.
[6] Francisco (2020). Carta Encíclica Fratelli tutti, op.cit. 187.