Comunidad sacerdotal y misionera

Escrito por Andrés Dionne p.m.é, Tegucigalpa, Honduras

En el judaísmo y en las religiones paganas, los sacerdotes eran personas que consagraban su vida a sus dioses y eran encargados de ofrecer los sacrificios y los ritos de purificación.

En Israel, los sacerdotes eran descendientes de la tribu de Leví. Ellos se encargaban del culto. Así tenían entre sus funciones principales dirigir los ritos religiosos y ofrecer los sacrificios a Dios.

Diariamente sacrificaban animales en el Templo de Jerusalén. También la ley prescribía que el pueblo ofreciera los primeros frutos de la tierra y los primeros nacidos de los animales. Los sacerdotes tenían una vestimenta propia. Se les daba derecho a una porción de las ofrendas y gozaban de mucho prestigio y privilegios.

«Lo sacerdotes tenían derecho a una porción de las ofrendas…» Photo by Artem Beliaikin on Pexels.com

Jesús nació en una aldea pequeña, marginada y menospreciada. No gozaba de ningún privilegio especial, vivía de lo que le daba el trabajo de carpintero. Él no pertenecía a la tribu de Leví y, por eso, no heredó el sacerdocio. No perteneció a la casta sacerdotal que ofrecía a Dios cosas externas de sí mismo.

No sacrificó ningún animal y no recibía parte de los primeros frutos de la tierra y de las ofrendas que recibía el templo. No consideraba que había que apaciguar la cólera de Dios a causa de los pecados con tantos sacrificios y ofrendas.

«Jesús vivía de lo que le daba el trabajo de carpintero». Photo by cottonbro on Pexels.com

Jesús no fue sacerdote

¿Cómo puede ser entonces que, el autor de la carta a los hebreos, escrita alrededor del año 70, le haya atribuido este título y haya hablado de Jesús como “El Sumo Sacerdote”? ¿Qué es lo que le hizo merecer este título?

Te lo explico. La carta a los hebreos nos dice:

Por eso, al entrar en este mundo (al hacerse humano) sacrificio y oblación no quisiste, pero me has formado un cuerpo… no te agradaron los holocaustos y los sacrificios por los pecados. Entonces dije: ¡He aquí que vengo a hacer tu voluntad! En virtud de esa voluntad, mediante la oblación una vez para siempre del Cuerpo de Jesucristo, quedamos santificados

(Hebreos 10, 5-6)

La carta a los hebreos anula la institución antigua de sacerdocio. El nuevo sumo sacerdote, Jesús es, al mismo tiempo, ofrenda y víctima ofrecida, el Cordero inmolado.

Por eso, la vocación sacerdotal no consiste en ofrecer algo externo a la misma persona del sacerdote. No se limita tampoco a hacer perfectamente ritos de purificación casi mágicos. No se recibe por herencia esta función. Tampoco reviste a la persona de honores especiales. No le da derecho a privilegios o enriquecimiento alguno.

«Existe una relación esencial entre la comunidad y la vocación del sacerdote ministerial». Photo by Sharefaith on Pexels.com

Ser sacerdote al modo de Jesús, es vivir su misión, trabajar para que el Reino de Dios acontezca en la realidad humana y social, es seguirlo hasta la entrega total. Por lo tanto, es ser ofrenda viva. No es una función, sino un modo de vivir identificándonos con Jesús.

Por eso, todo bautizado que sigue a Jesús y se configurar con Él, participa de su sacerdocio único siendo él mismo ofrenda y víctima.

Los bautizados reunidos en comunidad forman una asamblea sacerdotal

Si. Ella está llamada a “compartir solidariamente” y a “fraccionar el pan” haciendo memoria del mismo Jesús: “Este es mi cuerpo entregado por ustedes”… “Esta es mi sangre derramada, sangre la la Alianza nueva. Hagan esto en memoria mía (Lucas 22, 19)”.

“Desde los primeros tiempos de la Iglesia, nadie consideraba sus bienes como propios, las comunidades sacerdotales se reunían para compartir sus bienes, para recibir el testimonio de los apóstoles y para la fracción del pan”. (cf. Hechos 2, 42 ss y 4, 32 ss).

Los que estaban encargados de presidir estas asambleas sacerdotales eran llamados presbíteros o ancianos, no a causa de su edad, sino a causa de su sabiduría y experiencia espiritual profunda de Jesús resucitado.

Su vocación no los situaba encima de la comunidad. Eran personas de la misma comunidad que le permitían vivir su vocación sacerdotal. Enseñaban, daban testimonio, presidían la fracción del pan y demás sacramentos, además visitaban y animaban a los miembros de la comunidad a vivir su vocación sacerdotal y misionera en todas las realidades humanas en que estaban presentes.

En este mes consagrado a las vocaciones, te ofrezco esta breve reflexión sobre la vocación sacerdotal como característica de la comunidad de todos los bautizados. Esto nos ayuda a entender que existe una relación esencial entre la comunidad y la vocación del sacerdote ministerial.

El presbítero es una persona de la misma comunidad y está llamado a estar a su servicio para que pueda “actualizar” su vocación sacerdotal y misionera.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.