Escrito por Luis Zambrano, sacerdote diocesano, Perú
Parte I
Para comenzar intenta contestar las siguientes preguntas: ¿Existen todavía «rastros» del pasado imperial de la Iglesia? ¿Estás consciente de tu llamado bautismal a ser sacerdote-sacerdotisa? ¿Cómo está tu autoestima laical?
Son preguntas que guiarán nuestra reflexión ¡Vamos!
¿Comunidad «imperial» o pueblo de Dios?
Cuando la Iglesia inició la Comunidad tuvo mucha fuerza pero después de tres siglos de persecución, la presencia “defensora” del emperador Constantino (siglo IV) en lugar de favorecer a la Iglesia, como afirman los historiadores, la imperializó. No solo la dejó de perseguir, sino que les dio puestos estatales a los obispos y los convirtió en cortesanos.
A partir de esa nueva realidad, inició el cesaropapismo, es decir, la convivencia de los papas y los emperadores para defender el statu quo. La liturgia perdió su encanto comunitario y se volvió cortesana y teatral.
Fue entonces que los dirigentes de la Iglesia se constituyeron en una casta con el apelativo de clérigos y a los otros bautizados les dieron el nombre de fieles o seglares, inferiores a los clérigos que posteriormente les dieron el nombre de laicos (de la palabra griega laós, que significa pueblo). Así pasaron 16 siglos.

Un momento importante de reafirmación del clericalismo fue el Concilio de Trento en el siglo XVI en respuesta al cuestionamiento y rebelión de Lutero. Él cuestionó la misa como sacrificio y, a la vez, pidió que no fuera en latín sino en los idiomas de cada pueblo.
El Concilio de Trento insistió exageradamente en la misa como sacrificio y soslayó otros aspectos. Como la misa está íntimamente unida al sacerdocio, puso lo cultual como actividad principal del sacerdote dejando de lado otro aspecto fundamental como es su ministerio profético.
El Concilio Vaticano II (1962- 1965) replanteó las cosas. En el documento sobre la Iglesia (Lumen Gentium – LG) no empieza hablando sobre la jerarquía como en concilios anteriores, sino sobre lo que es fundamental y base de todo: la Iglesia pueblo de Dios (LG 9).

Somos sacerdotes y sacerdotisas, ¿lo sabías?
Ahí se toca una realidad fundamental: el Sacerdocio común de los fieles (LG 10), que también se puede llamar Sacerdocio Bautismal y Sacerdocio Real.
El gran hallazgo es, que todos y todas por el bautismo participamos de los tres ministerios de Jesús: Sacerdote, Profeta y Rey.
- Sacerdotes/sacerdotisas para dirigir la oración de la comunidad.
- Profeta/ profetisa para denunciar el pecado y sus consecuencias; para anunciar la liberación de parte de Dios.
- Rey/ reina para apoyar en el gobierno de la Iglesia con sugerencias y participación en puestos claves.

Según el caso que nos ocupa, por el bautismo todos somos Sacerdotes y Sacerdotisas. Sólo dentro del sacerdocio bautismal se realiza y se entiende el sacerdocio llamado ministerial. Sin embargo, a pesar que han pasado más de 50 años del concilio, esto todavía no está en la conciencia comunitaria.
Cierta vez en una charla, pedí que levantaran la mano los que eran sacerdotes y ningún laico y ninguna monjita la levanto.
¿Te has percatado que, cuando hablamos de vocación, la del sacerdocio ministerial aparece como privilegiada frente a la vocación laical?
Mientras estudiaba en el seminario de Lima, frecuentemente los sacerdotes encargados de la formación rezaban y nos hacían rezar por las vocaciones sacerdotales y religiosas, nunca por las laicales.

Hoy todavía escucho en catedrales y parroquias rezar de la misma manera. ¿ Por qué no podemos rezar integralmente por todas las vocaciones? Porque está metido en nuestro ADN católico que la vocación sacerdotal y religiosa son superiores a la vocación laical.
Por ejemplo, nadie le dice a los laicos y laicas que pueden bendecir el agua, no solo los sacerdotes ministeriales.
Por cierto…
¿Cómo está tu autoestima laical?
Todavía los laicos aparecen como simples colaboradores de los sacerdotes. Falta la personalidad y autoestima laical. Muchos sacerdotes los ven todavía como menores de edad en las cosas de la fe y lo más triste es que la mayoría de laicos y laicas se sienten así, aceptan su estado de marginación.
Es común que alguna buena persona nos diga a los sacerdotes: “Padrecito, rece por mí, porque usted está más cerca a Dios”. Aquí aparece un complejo de inferioridad religiosa.
Otro caso común es, que la mayoría de laicos y laicas no se sienten capaces de dirigir una oración, rezar junto a un difunto o bendecir una casa. Suelen recurrir al sacerdote y están dispuestos a pagar lo que él les pida. Los mismos laicos y laicas contribuyen de esta manera a la comercialización de los rezos y sacramentos.
Entonces, aparece la oferta y demanda y surgen los falsos sacerdotes que pululan en las ciudades y en los campos haciendo negocio redondo aceptado y propiciado por la misma gente.
Hay muchos sacerdotes que se sienten propietarios de la fe de la gente, que les deben pedir permiso para hacer una oración pública.
Cierta vez conocí a un hermano religioso que iba a los pueblos y rezaba con ellos. Lo realizaba tan bien que la gente hacía cola para recibir su bendición y no les pedía dinero a cambio. En eso se le acercó el párroco del lugar y le preguntó: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Tienes permiso del obispo? (cf. Marcos 11, 28 ). El religioso solo atinó a señalar al cielo.
Ahora que comprendemos el contexto, estamos listos para profundizar en la siguiente entrega.
Leo tus comentarios y preguntas.
Estoy de acuerdo con todo lo dicho y escrito, pero mi pregunta es lo siguiente; En mi caso fui sacerdote consagrado dejé mi ministerio por «x» razones, la pregunta es mi sacerdocio ministerial en que quedó sabiendo que es indisoluble? Acepto que soy laico pero no me considero del común, aunque también participo de ella en el fondo, pero fui sacerdote ministerial y lo siento así aunque no lleve sotana ni célebre misas siento que estoy en la capacidad de hacerlo no por dinero sino por que es mi deber y me siento privado de ello.
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Respuesta de Luis Zambrano.
Estimado Benrardino:
Al dejar por tu propia voluntad el ejercicio sacerdotal, eso no significa que quedes como un marginado en la Iglesia. Tienes un campo inmenso para ejercer tu sacerdocio bautismal tanto en lo litúrgico como en la evangelización profética. Puedes siempre dirigir la alabanza a Dios, aunque no sea celebrando la misa. Además organizar círculos bíblicos en las familias y vecindades. Y tantas otras acciones pastorales que el Espíritu Santo te inspirará en la medida en que, como laico Jesús, te dejes conducir por él.
Con afecto,
Luis Zambrano
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Muy buena para seguir aprendiendo y hacia podemos hacer una buena evangelio 9
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