Escrito por Andrés Dionne p.m.e. Tegucigalpa, Honduras
«El Espíritu Santo fue el inseparable compañero de Cristo» (Basilio de Cesárea, Tratado sobre el Espíritu Santo, año 374).
Desde el primer instante de su vida hasta su muerte, Jesús contó con la compañía del Espíritu Santo y, no sólo fue su compañero, más aún podemos decir que el Espíritu Santo fue lo más propio de Jesús.
El barro del hombre de Nazaret, su humanidad modelada y animada con el soplo del Espíritu es el “proyecto de Dios realizado”, la plenitud del hombre como creación nueva (cf. J. Mateos y J. Barreto, El evangelio de Juan, p 437)
Sin embargo, este proyecto del Creador desborda la persona y la humanidad de Jesús. Él mismo, infunde el aliento de vida en la comunidad de los discípulos, cuando resucitado “sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo”.

Al soplar sobre ellos, Jesús crea “el germen de la Humanidad nueva” (Gen 2,7) y le confiere su misión”. “Como el Padre me envió así los envío yo”.
Reconocemos que el día de la resurrección, se realizan las promesas de Ezequiel. «Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes mi Espíritu… y haré que caminen según mis mandamientos, o sea como yo quiero… Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.» Ezequiel 36:26-28
Este pueblo nuevo animado por el Espíritu, es el germen de la Nueva Humanidad. Ella prosigue la misión del mismo Jesús y es fermento de un mundo de fraternidad y de paz: el Reino de Dios.

Vivir pentecostés es vivir la fraternidad universal
El corazón de carne que el Espíritu nos dará, nos hará vencer la indiferencia, nos hará sensibles, compasivos y solidarios. Nos hará ver que, siendo humanos, todos somos hermanos y debemos respetarnos mutuamente. “La misma fe buscará formulaciones que no dejarán ningún trazo de monarquía, de superioridad, de clericalismo o de subordinación”, de superioridad de razas y de religión de unos sobre otros.
No es fácil ser coherente con eso, “porque todos llevamos dentro un cierto ego, una cierta búsqueda de sobresalir, de brillar más que los otros… pero, … la hermandad es el sueño de una humanidad hermanada, de una sociedad igualitaria, en que se sabrá integrar las diferencias, con dignidad, en que no habrá clases, rangos, elites privilegiadas ni gente marginada, excluida, desconocida en su dignidad.” Ronaldo Muñoz, conversaciones P. 49, 50
Vivir pentecostés es vivir en paz: cordura universal
Nuestra fe despierta la esperanza de que la paz es posible y es una decisión. “Bienaventurados los que trabajan por la paz” Mt 5,9.
La nueva humanidad vivirá en paz y educará para la paz. Ya no serán necesarios los misiles y las bombas, los aviones de combate ni los portaviones o submarinos. Nunca más se construirá la paz preparándose para la guerra. La lógica de los equilibrios de fuerza, de las agresiones y de las respuestas bélicas a tales provocaciones, será vista como una locura que sólo lleva a más militarismos.

Más allá del pacifismo, esta locura debe ser reemplazada por la lógica de la cordura y de la desmilitarización. Convenzámonos que, animados por el Espíritu de Dios, las naciones “Harán arados de sus espadas y sacarán hoces de sus lanzas. Una nación no levantará la espada contra otra y no se adiestrarán para la guerra.» Isaías 2, 4
Esto significa que “más allá de lo intuitivo que pueda parecer que ante una injusticia hay que actuar – si no se puede por las buenas, por las malas -, hay que entender que esa lógica es limitada y que, arreglarlo por las malas no garantiza la solución, pero sí garantiza muchísimos problemas, muerte, destrucción, rencores, ruina económica (cf. Internet).
Escuchemos esta canción de José Antonio Labordeta: